Seguimos explorando el cometa de Rosetta

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28 enero 2015

Han pasado cientos de años desde que Cristóbal Colón surcase el océano en busca de nuevos mundos, pero que nadie diga que la era de los descubrimientos ha terminado. El universo es inmenso y está lleno de misterios por desvelar, como los del cometa 67P/Churymov-Gerasimenko, que la nave Rosetta lleva meses explorando.

Desde que llegó al cometa en agosto del año pasado, Rosetta ha examinado más de dos tercios de su superficie, que ha resultado ser más interesante de lo esperado. Su paisaje es una sorprendente mezcla de regiones cubiertas por una gruesa capa de polvo o formadas por cañones y acantilados. Otras zonas contienen grandes depresiones, pozos y rocas, o bien desiertos suaves.

Muchos de los escarpados acantilados del cometa están cubiertos de grietas de aspecto peligroso. La mayor de ellas mide 500 metros de longitud, lo que equivale a ¡cinco campos de fútbol!

Otro rasgo llamativo son los chorros de gas que se han visto emerger de los pozos repartidos por la superficie del astro. Ese gas actúa un poco como el viento en la Tierra y mueve el polvo por el terreno. A veces, esto crea ondulaciones parecidas a las que vemos en la arena de la playa cuando se retira la marea.

En los pocos meses que Rosetta lleva acompañando al cometa en su viaje, hemos aprendido mucho. Los científicos piensan que, a medida que la nave vaya recogiendo más datos, podrán responder por fin algunas preguntas importantes sobre la formación de nuestro sistema solar.

Un dato curioso: un día en el cometa de Rosetta equivale a medio día en la Tierra, solo 12 horas. Sin embargo, el astro tarda 6 veces más tiempo que la Tierra en dar la vuelta al Sol.

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Animaciónes de Rosetta

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