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La fuerza que protege a nuestro planeta

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ESA / Space in Member States / Spain

En primera aproximación, el campo magnético terrestre se podría describir como si procediese de un potente imán situado en el centro del planeta e inclinado unos 11° con respecto al eje de rotación de la Tierra.

En realidad, los procesos que intervienen en la generación del campo magnético terrestre son mucho más complejos. Se piensa que su mayor parte procede del turbulento océano de hierro líquido supercalentado que conforma el núcleo exterior, a unos 3.000 km bajo nuestros pies. Al igual que la dinamo de una bicicleta, la circulación de este océano genera corrientes eléctricas con su correspondiente campo magnético.

Entre otras fuentes de campo magnético destacan los minerales en el manto y en la corteza terrestre, la ionosfera y la magnetosfera. Como el agua salada es conductora, los océanos también contribuyen al magnetismo de nuestro planeta, aunque en menor medida. 

La brújula se inventó en la antigua China, lo que indica que la fuerza magnética ya se conocía hace 2.000 años. Sin embargo, en la actualidad todavía no sabemos cómo la geodinamo se ha logrado mantener a lo largo de miles de millones de años. 

A día de hoy, los científicos han determinado que la fuerza que protege a nuestro planeta se está debilitando, e incluso podría estar a punto de invertir su polaridad. En los últimos 150 años, el campo magnético ha reducido su intensidad un 15%.

La Anomalía del Atlántico Sur
La Anomalía del Atlántico Sur

La Anomalía del Atlántico Sur es una región donde el campo magnético es especialmente débil – la intensidad local es apenas la mitad que sobre Europa. Esta zona constituye un problema para los satélites artificiales, ya que la mayoría de los problemas técnicos ocurren cuando sobrevuelan esta región. 

La declinación magnética es la diferencia entre el norte magnético y el norte geográfico. Este valor no sólo está aumentando, sino que lo está haciendo a un ritmo cada vez mayor. Antes de 1994 se estimaba que el polo norte magnético se desplazaba unos 10 km al año, pero desde 2001 su velocidad ha aumentado hasta los 65 km anuales. 

Las reversiones geomagnéticas son un proceso natural, como indican los minerales del lecho marino. A medida que se forma nueva corteza en las dorsales oceánicas, los átomos de hierro disueltos en el magma actúan como imanes, alineándose con el campo magnético del momento y preservando su orientación cuando la roca se solidifica. 

Estas ‘huellas’ magnéticas grabadas en los sedimentos marinos revelan que a lo largo de los últimos 200 millones de años los polos se han invertido cada 200.000-300.000 años. Las reversiones son un proceso lento y completamente irregular, pero la última de la que se tiene constancia ocurrió hace 780.000 años, lo que indica que la próxima ya llega con retraso.

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